Laura no podía creerlo cuando, en una tienda de barrio cerca de su trabajo en Barcelona, encontró queso latino etiquetado con la bandera del Perú. Contenta, pero a la vez incrédula, abrió el envase y lo probó. El aroma y textura del lácteo cuajado hizo que su imaginación enseguida la trasladara a otros tiempos más amables, y fue entonces que comenzó a evocar con nostalgia los gratos momentos cuando, de la mano de su madre, solía acudir al mercado de su ciudad natal enclavada en la sierra peruana.
Su imaginación la puso frente a los moldes de queso redondos, cubiertos con mantas delgadas e impregnados de olor a leche. Comprarlos era todo un rito, pues la quesera, con una sonrisa amable y trato sumamente cordial ofrecía el producto haciéndolo probar a sus caseros. La degustación de diferentes variedades, que consistía en retirar pequeños trozos de distintos moldes con el mismo cuchillo, terminaba con el pedido: "Ponme 200 gramos de ese que es más saladito" recordó a su madre comentar. "Uy… ese quesito se hace chicle cuando lo remojas en café recién pasado y con pan de Pinocho queda bien rico, en el lonche comeremos".
La imagen y las palabras de su madre se disolvieron lejanas cuando por fin con alegría comprobó que el queso latino se parecía efectivamente en textura y sabor al queso de Baños, emporio ganadero de Huánuco, región donde vivió hasta su adolescencia.
A miles de kilómetros de aquél mercado y de su casa, frente a la encimera de mármol de su cocina Laura susurraba: “Me va a salir una papa a la huancaína espectacular”. Pensaba ello sabiendo que la nostalgia la acariciaba en ese invierno europeo, lejos de los cerros nublados y la maravillosa bóveda celeste que cubre a su Huánuco, ciudad donde siempre es primavera.
Aferrada al sabor de la comida familiar que jamás olvidaría, se propuso aproximarse al saladito del popular plato de la sierra peruana. Y vaya la suerte que tuvo, pues además consiguió ají amarillo congelado y hasta ajinomoto. ¡Esto ya era un banquete!
Laura está casada con un español de pura cepa que, hasta hace unos años, no toleraba el picante, ella lo inició en el ritual del ají. Hoy en día él pide siempre "más picantito" y cuando Laura está guisando la cebolla, el ajo y el ají, él se acerca a la cocina y dice "qué bien huele, qué rico está el ají panca" Laura no suele guisar con ají panca, pero él una vez leyó en el pote de crema de ají "Panca" y siempre lo pronuncia. Laura mezcla el guiso con olluquitos que consigue en un puesto del mercado de la Boquería y él devora el plato y además pide "repetición", "más arrocito". El arroz lo hace por supuesto en olla arrocera, pero hasta hace poco le quedaba "masaco" porque la olla arrocera también es parte de la internacionalización de la comida peruana. En España el arroz suele hervirse, luego lavarse y después comerse, diferente a nuestro arroz graneado y sequito herencia asiática y talento culinario peruano que Dios nos dio.
En tanto mezcla sus ingredientes, piensa que en Perú cada hogar es una república independiente en el arte culinario. Sabe muy bien que los sabores de nuestra cocina varían desde el momento de salpimentarla, pero que mantienen una esencia gastronómica auténtica. Es la suma de la creatividad que aporta la costa, sierra y selva, demostrando con ello que los peruanos sabemos valorarnos comenzando por el estómago.
Laura espera encontrar un día plátanos de la isla, papaya de Tingo María y lúcuma de Cascay, para poder preparar el popular jugo “atómico” del mercado de Húanuco, en donde las jugueras tienen la particular forma de hacer publicidad llamando a sus clientes a voz alzada diciendo: "amiguita, ven aquí, jugo bien rico amiguita". Recuerda que cada vez que pasaba por ese pasillo de coloridas frutas, no dudaba en tomar una motocar al salir del mercado e ir a su casa donde su padre la esperaba para prepararle los jugos atómicos más ricos que se hayan hecho nunca, y tras dos vasos rejuvenecedores continuar el día con más energías… sueña. Mientras estas frutas no lleguen a Barcelona, Laura regresará siempre a su país para disfrutar de sus deliciosos jugos y sabrosa comida. Provecho, Perú querido.